Hace tiempo que vivo sin vivir, que siento frío en cada sensación que atrapo, ya tan siquiera me atraen las miradas tristes. Has conseguido apagar toda la llama que me mantenía vivo. Tus idas y venidas han sido poco más que certeras puñaladas ejecutadas con precisión excelsa. Cada vez que uno de tus puyazos me alcanzaba, la coraza de mi alma se ablandaba un poco. Y, poco a poco, se me ha ido escapando la vida de las manos. Casi sin darme cuenta. Inconsciente sí, doloroso, también.
Eres puro ácido, corroes todas las vidas en las que buscas cobijo. Parate a pensarlo un momento, ¿Alguna vez has querido de verdad? Siempre rehusaste responder esa pregunta, nunca tubiste valor para responderla. Pensabas que tu enfado hacia mi como respuesta, sería suficiente, y que yo me sentiría respondido y aludido por tú "amor". Has sido siempre tan graciosa, que a veces reía cuando tenía ganas de llorar. Pero no eludamos esta instancia, respira profundamente y recuerda cuanta gente te ha querido y a cuanta gente has herido. Uno, dos, tres, cuatro... Y la lista continua, ¿Verdad? Y todos muy amigos tuyos, que curioso. Eres pérfida y malvada, probablemente no sientas ni remordimientos ahora mismo. Eso me alegra.
Mi único deseo ahora mismo es que caiga sobre tu conciencia todo el peso de mi muerte, que se te quede grabada. Mi sacrificio te servirá de escarmiento. Tendrás siempre en mente la imagen de un mosaico de puro odio hecho apartir de mis sesos en la pared de tú apartamento. Me siento feliz, no tengo miedo, ni temblores, ni dudas. La pistola se hace más agrable conforme paso los minutos aquí sentado, en tú casa, en mi tumba.
Siempre tuyo, Humbert.