- Es curioso como puedes llegar a querer algo que te haga daño. Estas encerrado, no, ensimismado; en las virtudes que crees que el objeto en cuestión tiene. No eres capaz de abrir los ojos más allá de las sombras que reflejan las antorchas. Aunque no siempre es un reflejo inconsciente de nuestra psique, quiero decir, que la mayoría de veces nos estigmatizamos aposta. Hemos otorgado a dicho objeto atributos cuasi divinos, y nos negamos en rotundo a creer que ya no necesitamos jugar con el. -
- Tío, necesitas que te de un poco más el sol. Mírate, estas pálido y ojeroso. -
- ¿Y a ti que más te da? Es mi vida, puedo quemarla como me venga en gana. -
- Eso nadie te lo niega tío. -
- ¿Entonces? -
- Entonces pásate ese petardo. Ya puestos... -
- No, este pienso hacérmelo a cara perro. -
- Tío, eres asmático, ¿recuerdas? -
- Me da igual, lo voy a finiquitar y nunca más volveré a oler uno. -
- Estas enfermo... -
- Lo sé, pero solo necesito quemar el idolatrado simbolo que me ata a la quimérica cordura de mi existencia, para ser libre de cadenas y rieles. -
- Lo sé, pero solo necesito quemar el idolatrado simbolo que me ata a la quimérica cordura de mi existencia, para ser libre de cadenas y rieles. -
- ¿De qué narices me hablas ahora? Tío, hablas mazo chungo... -
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