Estoy enamorado. Son palabras mayores. Tan grandes que a veces siento ganas de hacer aguas mayores al pensar ello. El amor, hay que reconocer, es una mierda. M.I.E.R.D.A. Que sí señores, el amor es dulzura, felicidad, compresión, aceptación y blablablá. Pero a la luz está que el amor duele 3 de cada 2 veces que lo sientes. Las matemáticas no son lo mío, pero aquí sé que no hay error de cálculo. Uno y uno no suelen ser dos cuando te enamoras. Y no me refiero a ese amor mágico del país de los ponis y los arcoíris, me refiero a enamorarse de verdad, eso que solo pasa una vez en la vida. A puro deseo ardiente, a veneno en la sangre, a orgasmos en la boca, a miedo a perder, a enajenación mental. Es un hecho. El amor te coloca. Yo me he pasado de la dosis y, claro está, eso tiene las mismas consecuencias que el THC: tengo el cerebro quemado. Creo que por eso sigo queriendo, porque no consigo discernir la realidad. Pero como decía un tipo bastante más listo que yo (y con más barba): “La vida es corta, mejor empezar por los libros buenos”. Yo he topado con Lolita. Y, joder, eso es malo cuando eres un pervertido.
Parliament Hill (Vaso Roto, 2022)
Hace 2 años
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